martes, 2 de octubre de 2012

La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz.


Sé que a muchos os parecerá una tontería. A otros, lo más normal del mundo. Y otros muchos, similares a mí, algo poco creíble. Pero sí, parece ser que en mi pequeño mundo de hielo particular con su gran e infinito cielo siempre encapotado, ha salido el sol. 


En estos momentos puedo ver un nimio resquicio de luz, tan puro y brillante rozar mi piel como si me acariciase con sus grandes manos con una dulzura inaudita, desprendiendo vitamina D, cuyo toque no es más leve que el sonido de una gota rozar el suelo. Es tan pequeño, parece tan frágil, como si fuese a desaparecer con un simple parpadeo. 
Llega un momento en el que la coraza de tu corazón ha sufrido tantas recaídas, intervenido en tantas operaciones que los delgados hilos que la unen hacia la razón, ondean con facilidad. Y es ese detalle cuando te das cuenta de lo que ocurre: CREES SER FELIZ.
Mi corazón grita y aúlla como una loba en pleno encarcelamiento. En apariencia lobo con mentalidad de zorro. Su astucia colma por doquier, coaccionando a la parte más débil de mí, ganando terreno. La razón ya no es la protagonista de esta catastrófica historia y eso es preocupante. 
Hace tiempo creé mi máscara, tan imperfectamente perfecta como para resultar de lo más factible. Insuperable. Con una equipación de lo más magnífica y totalmente resistente. Hasta aquel entonces la creí mi más maravillosa y utópica obra de arte, pero hasta hace poco no me di cuenta de su imperfección. Es como cuando ves algo de frente y te parece irreal, estupendo, de lo mejor. Pero hasta que no lo rodeas y ves sus defectos, no te das cuenta de los cuán ciega estabas. Mi máscara no valía. No funcionaba como tenía que funcionar. Me armé de valor, la rodeé preparada para cualquier problema y lo vi. Mi máscara...estaba incompleta. 
Es ahora cuando soy consciente de las consecuencias. Como unos pocos saben, el tema del amor, la complicidad, el afecto y cualquier tipo de relación cariñosa con alguien ha sido totalmente repelido por mí. Intenté, a toda costa, convencerme a mí misma que no hay mayor peligro que enamorarse. Pero me mentí. Soy consciente de a qué me lleva esto. Soy consciente de sus riesgos. Soy consciente de que cualquier tipo de síntoma ilusorio puede ser letal. Pero quiero, por primera vez, desde mi nueva vida, llegar a creer que la felicidad también está hecha para mí. 
Quiero volver a sentir esa inocencia que me cubría los ojos antaño, eclipsando cualquier tipo de problema. Quiero poder reír y sonreír tan automáticamente hasta que me duelan los mofletes. Gente, como yo, leerá esto y dirá: No sabe lo que dice. <<No sabe lo que se le viene encima. Está loca>>. 
Sí, sé lo que digo. Sí. sé lo que me espera, porque ahora mismo estoy dentro de la órbita más cercana al grado de positividad que lleva a la felicidad, pero no soy estúpida. Y puede que esté loca. Quién sabe. Pero, ¿Acaso las mejores personas no lo están? Estoy hablando desde lo más profundo de la melancolía, desde lo más recóndito del pozo de mis recuerdos añorados. Hablo desde lo más alto de una torre perfectamente reparada, tan altiva y desafiante a la espera de cualquier ciclón, cortando aire, dejando sin respiración. Desde hace varios años, he estado encerrada en esa torre. Recorriéndola como una autómata. Con la cabeza gacha, memorizando cada paso y rezando por tener un suelo siempre bajo mis pies. De pronto, una diminuta china se coló por entre los ventanales tapados con madera claveteada tan fuertemente entre los cimientos. Sí, es una diminuta china. Pero esa china ha dejado paso a un pequeño rayo de luz. Oh! Es tan brillante...
Mis sentidos se han entrecruzado y beben de esa luz como de un oasis. Bebo, me sacio. Bebo y me vuelvo a saciar. 
Satisfecha, me dejo caer contra las baldosas, aliviada, contrariada por esa nueva sensación que me recorre por las venas. Apoyo la cabeza contra la pared. Suspiro. Exhalo por primera vez, un aliento de paz. Me río. Sollozo de alegría. Vuelvo a reírme a carcajada limpia. Me río por los nervios. Me río del pequeño rayo de luz que ha entrado por el agujero. Me río por lo que eso significa. Me río de confusión. Me río porque una inmensa beatitud inunda mis poros. Me río de locura. Me río de TODO, incluso de la vida. ¿Lo más importante? Que por primera vez en muchos años...VUELVO A REÍR. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario