Estaba yo mirando por la ventana de mi habitación la tibia y espesa capa de nubes que cubría el cielo como una mampara de algodón de azúcar. Esa asombrosa sensación de paz y quietud me extasiaba, dejando fatigada a mi memoria, haciéndola trabajar cual rata de laboratorio corriendo en su rueda. La suave brisa me arrullaba con sus gentiles manos. Briznas de oxígeno se abrían paso por mis fosas nasales y teñían de dicha y murria mis pulmones y venas. Tan puramente esencial...