sábado, 5 de octubre de 2013

Frío gris

Jugó con fuego y se quemó. Anduvo por encima de las brasas, ignorando el calor en las plantas de sus pies. Intentó manipular las llamas a su antojo, creyéndose la dueña de ellas. Desafió al ardor a un combate cuerpo a cuerpo imaginándose de hielo. Pero se quemó.




Su mirada sólo se dirigía hacia delante, buscando caminos por los que seguir huyendo. La herida en el costado izquierdo le quemaba, produciéndole el agudo dolor de un pinchazo en cada zancada. La respiración, jadeante, buscaba aire en el asfixiante ambiente. El sudor empapaba sus ropas, sintiéndolas más pesadas. Los músculos, tensos, comenzaban a resentirse de la larga carrera. El corazón, palpitante, latía a un ritmo descontrolado, bombeando rocío que manaba por cada rasguño. 
Un día apagado parece haber llegado por obligación, en un amanecer nulo, aquejado por el viento. Una turbia claridad apenas permite ver el lento paso del tiempo, que en estos lares se perpetúa, casi eterno.
La tierra yerma rebosa ansia, necesidad en un suelo sediento de un cielo, del que no cae una gota de rocío. Encapotado, sólo deja que el aliento de su niebla acaricie recuerdos resecos. Burda burla. En la negrura, una nube oscura se mueve presurosa.
A la zaga, un pajarillo rezagado, ahogado, se esfuerza por alcanzar un lugar ansiado, para no quedar atrás, atrapado por el abandono. Asfixiándose a cada segundo. Pero voluntad y deseo no siempre son suficiente. Quedar solo no es ser valiente. Independiente no es sinónimo de libre. 

La niebla es demasiado densa y abrumadora para tan pequeño y frágil cuerpo del ave. Pero éste se resiste y juega contra la gravedad para seguir flotando en el vacío gris. 

Gris.
Hace un frío gris.
Diás grises.
Un gris turbio y manchado.

En su postrero esfuerzo cae desplomado, chocando contra el suelo como al despertar de un sueño. Sabedor de que no hay espera, de que todo final es más cercano que un nuevo principio, bate sus alas por última vez, ignorante de que ya es incapaz de volar. 
Al fin, vencido por lo que pudo haber sido, yace escondido, rendido. Y ya sin motivo alguno por el que luchar, se deja llevar, sin poder hacer nada cuando nada se puede hacer.
A lo lejos suena un trueno.
Mientras la brisa avisa sin prisa de lo que está por llegar, mece lejanos parajes ajenos a este lugar, que se estremece, helado en su vastedad. 

Resuenan mudos ecos en el ambiente, que atormentan.
"¿Por qué escribes triste?"
Se alzan respuestas calladas, halladas en preguntas pendientes.
"¿Por qué hay días grises?"
El silencio retumba en un grito desgarrador, desesperado por no poder contestar. 

Y llegó la calidez. El calor de un sol escondido. 

A menudo, sentía como si viviese en una realidad ficticia. Todo alrededor parecía indefinido, las formas se desvanecían, las palabras iban y venían sin importar demasiado desde dónde, ni hacia quién.
Los hechos se sucedían, unos tras otros, sin razón aparente, en un sinsentido que, con el tiempo, llegaba a tenerlo.
Cálido en su compañía, reconfortante y querido en los fríos momentos, el fuego resulta ser devastador cuando muestra toda su fuerza, e irreducible, combate por no extinguirse, como un poder oculto que despierta de un largo letargo.
No conviene jugar con él, al igual que no es recomendable jugar con los sentimientos. Ambos pueden descontrolarse, y aflorar mostrando toda su crudeza. 
Luz en la oscuridad, brillo en las tinieblas. Como una sonrisa regalada en uno de esos malos momentos.
Purificador de males, indefinido en su forma. Como un sentido abrazo. 
Y ahí estaba ella, en medio de nada. Rodeada de fuego muerto y vivas cenizas, manchada de hollín. ¿Habría apagado ella la chiribita de luz? 
Resignación. Solo le queda hartar a cansarse. Mientras los insoportables ecos de voces etéreas le susurran frío. Y ya no quiere más calor. 

Llueve.
No sólo ahí fuera.
En un día gris, pero un día al fin y al cabo. Al que seguirá un atardecer, puede que sin ocaso. Y luego una noche, quizá sin estrellas. Para dar paso a un alba, tal vez tenue. Pero que, sin duda, anunciará un nuevo día. 
Porque un amanecer sin sol es también un amanecer.


No hay comentarios:

Publicar un comentario