domingo, 10 de marzo de 2013

Nado entre un mar de lágrimas.



Imagino tu rostro lívido, tus ojos adormecidos cubiertos por espesas pestañas, húmedas de agua salada. Pequeños océanos transparentes que saltan del  cielo como clavadistas profesionales. Hasta fusionarse con el océano de la realidad, contaminado e infectado de pirañas. No mires.



No me observes pues no soy tan siquiera digna de aquel acto. Son lágrimas innecesarias. ¿De decepción, tal vez? No te enfades. Por favor, no me chilles. Imaginaba tu voz como aquella brisa nocturna primaveral que refresca y relaja, no como cuchillas de viento, veloces y agitadas, rabiosas y enfurecidas. ¿Por qué no sonríes? ¿Por qué el cielo está tan quieto, tan silencioso y a la vez tan hablador? ¿Por qué ya no te veo en mis sueños, o es que estás tan ofuscado que ya reniegas hacerlo? Amaba tu presencia, tan relajadora y envuelta por un aura blanca...
Sé que estás ahí. Escuchándome. Observándome. Decepcionándote a cada segundo. Detrás de cada sueño, cada pesadilla, te ocultas tras las paredes observando mis movimientos. Y cada vez que llueve, sé que eres tú. Gotas de sangre que amenazan con desangrar mi alma, que nadan furiosas en el mar, alzándose en majestuosas olas para luego golpear con fuerza los acantilados. Roca maciza que se va erosionando a cada instante. Como yo. ¿Por qué la luna ya no me dice nada? ¿Por que las estrellas, cuando las pido consejo, se apagan como una llama en medio de un tifón? ¿Por qué ninguna lágrima rescata aquella armonía que se alojaba en mi pecho que se pierde, ni aquel sueño que se desvanece? Mi corazón ni mi alma ya hablan pues ya son incapaces de llorar. ¿Cuántos rayos de sol se necesitan para secar tus lágrimas? Cada vez que tú apareces, él se esconde. El viento tormentoso me embiste, ya no sopla a mi favor. Te extrañé más que la mañana al despertar el sol. Te lloré más que el diluvio de la antigüedad. Pasan horas, días, meses e incluso años y yo sigo aquí, sola en un mundo de ilusiones rotas, pirañas y tiburones que nadan a mi alrededor, retándome a que haga algo. ¿Pero qué hago? ¿Me quedo quieta, para siempre, sin hacer nada hasta que se cansen? ¿Y si no se cansan? Las estrellas están cerca de mi piel pues puedo sentir su calidez y hermosura cuando alzo la vista, pero ni su mera presencia logra desvanecer mi desazón. ¿Hasta qué límite ha de llenarse mi corazón de melancolía para que una sola lágrima logre salir de mis ojos y grite y rompa toda barrera sonora lo que silencia mi boca? Un mundo crece en mi garganta. ¿Conoces ese sentimiento de calma y pureza que se siente cuando estás en una playa de arena blanca, observando el horizonte, escuchando las olas del mar? Yo tampoco. Porque ahora las olas están furiosas mientras pronuncian mi nombre. La única voz que me queda, que me susurra con calma, es la de mi interior. Mi mente ensordecedora no se calla. No llega a ser molesta pero es lo único que me queda. ¿Sabes lo que me dice? Me dice cómo se siente. Se atreve a contarme lo que mi corazón enmudece. Pero es tan sutil y tímida que tampoco es capaz de decirlo en voz alta a alguien que no sea a mí. Soy su confidente. Su mejor amiga por así decirlo. ¿Sabes cómo se siente? No, no lo sabes. Porque solo eres capaz de verme a mí. Más allá no. No tienes ni idea de que se aqueja. Porque solo puedes ver mi exterior. Eres capaz de ver mis ojos y analizarlos y ver la niebla que los ensombrece. Pero sabes que a partir de ahí, una barrera te lo impide. ¿Quieres que te lo cuente? Ella me ha dado permiso. No se atreve a contarlo y me ha nombrado su portavoz. Voy a contarte aquello que me dice cuando hablamos.
Está exhausta y confusa. Las personas a quienes ella llamaba amigos, sabe que en realidad, no lo son.
Se siente sola, casi siempre. (¡Aibá, como yo!)
Sabe que está enferma. ¿A que eso no lo sabías? Yo tampoco, pero al parecer sí.
Dice que empieza a sentirse diferente, de una mala manera, como si se estuviera perdiendo a ella misma. Literalmente, eso es imposible, ya que está dentro de mi cabeza.
Ya no siente nada como era antes, cosa que es normal porque como aquí quien dice: "el pasado, PISADO"
Siente que fallará en lo que sea que intente hacer, cosa que parece imposible ya que no goza de extremidades a no ser que sean las mías.
Ya no come muy bien como antes lo hacía, lo sé, porque es por mi boca por la que entra dicha comida.
Siempre está de mal humor y es cierto, cuando hablamos, suele ser un poquitín borde.
Siente que nadie se preocupa por ella, realmente.
Que no encaja en ningún sitio (aparte de mi cabeza) y eso la hunde cada vez más y más.
Que todo el mundo la abandona, excepto yo, claro. Y si a ella la abandonan, entonces a mí también.
Me dice que solo quiere salir  perderse solo para comprobar si alguien la echa en falta.
Solo quiere dormir todo el día y no despertar jamás.
Y llega un momento en el que únicamente dice: "Solo quiero..." y se calla, dejándome con la intriga. Noto por su voz que si tuviera un cuerpo sólido, parecería un flan, y conmovida por su angustia, le pregunto: "¿Qué es lo que quieres?" y ella, después de un microsegundo que se me hace eterno, perdida a la deriva tal y como estaba, responde: "Solo quiero paz".
Y empieza a llover, otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario